Pilar Sebrango, apicultora en Lerones: «En Liébana el proceso es mucho más respetuoso con la abeja»

Pilar Sebrango es una ganadera y apicultora mexicana afincada en Lerones (Pesaguero) desde hace más de dos décadas, con raíces lebaniegas de Piasca y Los Cos. A pesar de haberse criado entre colmenas, no fue hasta hace seis años cuando decidió emprender un proyecto personal y ya son casi 50 las que salen adelante gracias a su tiempo y dedicación. Este 20 de mayo, Día Mundial de las Abejas, Pily cuenta a InfoLiébana cómo la apicultura le ha cambiado la vida y lo que intentará transmitir a sus alumnas en la Escuela de Pastoras del Siglo XXI.
Su primera colmena fue un regalo de sus vecinas por el Día de la Madre. «Fue uno de los regalos más bonitos que me han hecho en mi vida», confiesa Pily. Sin embargo, ese primer contacto con las abejas no fue como esperaba, ya que «me picaron más de 20 en los muslos».
Aunque al principio «realmente no sabía ni cómo era por dentro una colmena», según reconoce Pily, pronto adquirió cinco núcleos -grupos de abejas con una reina- y comenzó su andadura en el mundo de la apicultura.
Pily considera que el desarrollo de esta actividad en la comarca es «más tradicional», puesto que «el proceso es mucho más respetuoso con la abeja, entendida como un aliado de nuestro entorno más que como un productor». «El ritmo es biológicamente más acorde a ellas», matiza, e insiste en que «yo cuido mis abejas y estoy pendiente de ellas».
Para la apicultora, «no hay que ser avaricioso con las colmenas». Por ello, en Liébana se recoge la miel «una vez al año». «Es mejor ganar un poquito menos, porque sabes que esa colmena va a pasar un buen invierno y así no tienes que invertir tú ni tiempo ni dinero», explica. «Lo importante es que (las abejas) entren bien en el invierno: que tengan suficiente comida y estén sanas», puntualiza.
En el caso de la Cornisa Cantábrica, la raza de abeja más extendida es la negra ibérica, ya que «su genética se está conservando muy bien».
La apicultura es la pasión de Pily, y así lo transmite a lo largo de la entrevista, pero reconoce el esfuerzo que supone la parte física de esta profesión, pues el peso de una colmena cargada de miel ronda los 35 kilogramos. Además, esta actividad tiene que ejecutarse en días «que haga bueno y calor».

Cartel oficial de la Escuela de pastoras del siglo XXI.
Escuela de Pastoras del Siglo XXI
Pily será una de las instructoras de la primera Escuela de Pastoras del Siglo XXI, un proyecto de carácter nacional «pensado por mujeres para mujeres», que surge en Cantabria impulsado por la Asociación Española Contra la Despoblación (AECD).
En ella, la lebaniega impartirá un módulo de ‘Iniciacion a la apicultura’ en el que las alumnas aprenderán los conceptos y las acciones básicas de esta actividad: cómo funciona una colmena, cómo se produce y se saca la miel de forma eficaz y artesana, a vender enjambres, a manejar un colmenar…
Cuando se lo propusieron, Pily dijo que sí «de cabeza» por diversos motivos. Entre ellos, porque «uno de los objetivos es que la gente se venga a vivir a los pueblos, que es algo con lo que yo siempre he estado personalmente muy involucrada».
Sin embargo, Pily se sintió identificada con el proyecto al enterarse de que estaría dirigido a las mujeres: «Este proyecto facilita que las mujeres puedan desarrollar su sueño de formar un negocio en el mundo rural conciliando». En su caso, admite que «a veces he tenido que dejar de hacer algo porque no podía dejar a mi hija».
No obstante, con la ayuda de su madre y su marido, la apicultora consiguió hacer un curso en Asturias para formarse, puesto que en Cantabria no había. «Me costó muchísimo porque la niña era pequeña. Yo hasta lloraba. El tener ganas de hacer algo y no poder por quedarte a cuidar a la niña, esa impotencia… era horrible», recuerda.
«Lo que me ha ayudado de verdad ha sido el apoyo de los apicultores de Pesaguero»
El citado curso le sirvió para tener «una base y saber lo que había», pero «lo que me ha ayudado de verdad ha sido el apoyo de los apicultores de Pesaguero». «Me han ayudado mucho, de forma totalmente desinteresada», destaca. «Ese favor y esa generosidad tengo que devolverla de alguna manera y es una satisfacción poder hacerlo», añade Pily agradecida.
«Si de este curso sale alguna apicultora, estupendo. Para mí sería ya una satisfacción plena. Si no sale ninguna, pero sembramos esa conciencia de cuidar nuestros espacios, de ser conscientes de lo que tenemos y de ser apicultora para completar en la economía familiar, a mí me parecería estupendo poder transmitir eso: que no se pierda la vida en los pueblos«, ha concluido.