Los hosteleros de Liébana bajan la persiana: «La falta de información me tiene harto»

La hostelería ha sido uno de los sectores más afectados por la COVID-19. A pesar de los buenos datos que este sector ha experimentado en Cantabria durante el verano, especialmente en Liébana, la alegría ha durado muy poco para sus trabajadores -camareros, cocineros, proveedores…-, puesto los establecimientos hosteleros se han visto obligados a acatar las primeras y más duras restricciones impuestas por las autoridades.
Tal es la fuerza con la que ha llegado esta segunda ola del coronavirus, que el Gobierno regional ha tenido que adoptar medidas excepcionales antes de llegar a otro confinamiento domiciliario, como es la prohibición de movilidad entre municipios decretada hace una semana.
Este tipo de limitaciones, que ya suponen grandes trabas para los hosteleros de las localidades más pobladas, resultan casi letales para los locales de los municipios rurales, cuya clientela procede, en su mayoría, de núcleos de polación alejados de la zona.
«Sacan medidas de un día para otro»

Restaurante El Cantón de Potes.
José Ángel González es el propietario del restaurante Cantón, en Potes, y tiene a su cargo a dos trabajadores más los extras del fin de semana.
Para él, lo peor de esta situación es «la falta de información», puesto que «sacan medidas de un día para otro, no salen en el Boletín Oficial las restricciones, si vamos a tener ayudas, si va a haber ERTEs…». «Es lo que me tiene negro», dice desesperado.
Esta falta de información hizo que, tras conocer las nuevas medidas anticovid anunciadas el pasado miércoles, José y su equipo vaciaron el bar y desactivaron las cámaras. Al día siguiente, se enteraron de que dichas restricciones no entrarían en vigor hasta las 00.00 horas del sábado, por lo que tuvieron que reactivar todo para poder abrir ese mismo viernes.
Este hostelero tampoco considera que la hostelería «es el problema», pero cree que «es más fácil cerrar los bares que las grandes superficies, como los centros comerciales, que es donde más aglomeraciones se producen». «Vamos a cerrar todos», asegura José Ángel asegura después de hablar con otros hosteleros de la zona. «Yo tengo una terraza con cuatro mesas y estamos en noviembre», comenta obviando que le resulta inviable servir solo en la terraza, como ordena la nueva normativa.
Sin embargo, y aunque «todos queremos trabajar», este hostelero ve la luz al final del túnel y confía en que haya «un efecto rebrote después de que la gente esté 20 días sin socializar ni ir a los bares». Además, espera que el cierre de la hostelería «valga para algo y esto se pueda atajar lo antes posible».

Jesús en la entrada de su establecimiento, el Hostal Remoña. / Tatsuyoshi Hattori.
«A los municipios con poca población y que estamos en una zona rural nos castiga totalmente»
Jesús Prellezo regenta el Hostal Remoña, junto a su hermana , desde hace 15 años. Este establecimiento está en Espinama, una localidad en la que «hay seis bares» y «viven 49 personas habitualmente». En él trabajan un total de seis personas, pero Jesús no encuentra motivos para mantener su local abierto.
La mayoría de su clientela vive fuera de Liébana, ?¿de qué me sirve tener a mí abierto?», se pregunta sin encontrar respuestas. «A los municipios con poca población y que estamos en una zona rural nos castiga totalmente», se reafirma haciendo alusión a las nuevas restricciones.
Para él, «la hostelería no es la culpable de este brote de coronavirus, porque en los locales de hostelería no se contagian prácticamente», por lo que las nuevas restricciones «no están justificadas». «Yo creo que es lo fácil», sentencia tajante.
«Me obligan a cerrar pero no me dicen que no pague impuestos», se queja Jesús. Además, «creo que la situación es jodida porque cualquiera nos podemos caer y pasar mal», añade pensando en sus compañeros de sector.
El hostelero afirma que «la solución no es cerrar la hostelería» porque «en Liébana, con la cantidad de gente que ha habido, en verano no ha pasado nada». Para Jesús, la solución es «fuera botellones», la responsabilidad ciudadana y «tocar el bolsillo» de quienes no acaten las normas impuestas por el Gobierno. También considera que a estas personas se les debería mandar a ayudar de forma social a los hospitales, ya que «hay mucha gente que se lo está tomando a broma».
«La gente está muy preocupada. Se le nota en la cara y en la manera de hablar»

José Gabriel junto a sus empleados Alejandro, John, Juan, Roberto y Matías.
José Gabriel Martín Mora, responsable del bar Calle Melancolía y de la hamburguesería Anybun, ha dado un paso más. La COVID-19 ha hecho que este hostelero haya tenido que prescindir de la mitad de su plantilla en los dos últimos meses, así como del primero de estos dos establecimientos.
«Las últimas semanas estábamos poniendo dinero de nuestros bolsillos y no podemos seguir así, porque esto parece que no va a durar poco», explica tras confesar que el bar Calle Melancolía cierra sus puertas para siempre. «La pregunta es: ¿Cuánto dinero estoy dispuesto a perder antes de cerrar?», dice entre unas risas que distan mucho de expresar alegría. A partir de ahora, José se encargará únicamente de la hamburguesería, que permanecerá abierta de 20.00 a 23.00 horas para que los clientes recojan allí sus pedidos.
Actualmente, «el Anybun es el único local abierto de la Calle Cántabra», cuenta José. Para él, «es una lástima ver la Cántabra y potes así». «Es triste», insiste. No obstante, este hostelero no está solo. Sus clientes también comparten este sentimiento. «Los clientes están mal. Da mucha pena, mucha tristeza… La gente está muy preocupada. Se le nota en la cara y en la manera de hablar», describe José apesadumbrado.
José explica que «Potes depende de la hostelería, y al no haber, hay mucha gente que no va a trabajar», por lo que «es una situación difícil económicamene para los hogares» tanto de la villa como de la comarca. «Es un varapalo para los hosteleros y para la gente que depende de la hostelería», incide.

El Bar Calle Melancolía cierra sus puertas para siempre.
«La hostelería lo está pagando todo», se queja ante las nuevas medidas tomadas. Martín considera que «se deberían haber adoptado otra clase de medidas», ya que «según las noticias, es donde menos contagios ha habido porque llevamos a rajatabla las medidas».
El hostelero «prefiero que nos cierren un mes o dos, pero no tener esta incertidumbre». «El problema con estas normas es que no sabes qué cantidad comprar, si cierro o no, si voy a poder pagar la luz y el alquiler…», coincide con José Ángel, del Cantón.
José augura que «las manifestaciones pasarán, no solo al nivel de Potes sino a nivel nacional». «Es solo cuestión de tiempo», concluye.