Nacho Blanco: «Al llegar al Bronx me vi con una pistola y me creía Rambo»

Nacho Blanco (1959) cambió la tranquilidad de Liébana por el ajetreo de una ciudad como Santander, pero el contraste no le pareció suficiente y decidió cruzar el charco para instalarse en el Bronx, un barrio neoyorquino que le recibió entre asaltos y tiroteos: «Al poco de llegar, me vi con una pistola y me creía Rambo».
Nacho fue un niño «muy enfermizo» a quien los aires de Liébana le «salvaron la vida». Aquí vivió hasta los tres años y, desde entonces, ha regresado cada vez que ha tenido la oportunidad, pues su familia se asienta en distintos puntos de la comarca como Lomeña, Basieda, Piasca… «Llevo Liébana en las venas y en la sangre», reitera con orgullo.

‘Arturita’, la cierva a la que alimenta Nacho.
Sin embargo, hace tiempo que Nacho no pisa tierras lebaniegas, ya que en 1982 viajó a Estados Unidos, donde se afincó un año después… por amor.
Desde su aterrizaje en EE.UU., Nacho vive en los jardines de Pelham, en el Bronx, cerca de Orchard Beach, una playa artificial de casi dos kilómetros hecha en los años 30 con agua salada.
«Estoy enamorado de donde vivo. Es una zona tranquila. Me levanto y escucho el sonido de diferentes animales. Me encuentro mapaches fuera de casa y he creado un vínculo con una cierva, ‘Arturita’, que come de mi mano«, describe.
No obstante, este ambiente paradisiaco colisiona con la otra cara del Bronx. Sobre su llegada a «uno de los barrios más duros de Nueva York», el cántabro apunta que «el contraste fue tremendo». «Había asaltos, tiroteos y muertos un día sí y otro también, gente muy rara…», rememora. «Al poco de llegar aquí, me vi con una pistola y me creía Rambo, pero «no tenía miedo a nada. Así es como me manejaba», cuenta sobre sus primeros años en el barrio.
En cambio, asegura que se sintió «muy arropado» porque su entorno «ya conocía ese tipo de ambiente y me pusieron en preaviso».
A pesar de que los tiempos han cambiado, desde que el coronavirus irrumpió en el planeta en forma de pandemia, «el índice de criminología en Nueva York ha vuelto a incrementar». «Ahora están de moda los asaltos y que se te metan debajo del coche y te lleven los catalíticos con una sierra eléctrica», subraya.
Con todo, Nacho pretende volver a Cantabria en un futuro próximo, ya que «es una región privilegiada que no tiene comparación con nada» y, por supuesto, a Liébana, su «séptimo cielo».
El sueño americano
Por su experiencia, el cántabro destaca del país norteamericano «la meritocracia y la oportunidad» e insiste en que «aquí si vales, llegas. No es el dedazo».

Nacho Blanco fue imagen de la compañía de puros ‘El Tesoro Cigar’.
Cuando llegó allí, Nacho comenzó a trabajar en una distribuidora de cerveza -«la primera que pertenecía a un hispano y, en ese momento, la más grande del Bronx»-, la cual era del tío de su esposa. Empezó «desde abajo, barriendo y repartiendo», y llegó a ser el vicepresidente de la compañía, en la que permaneció durante casi una década.
En los 90 decidió emprender su propio negocio y abrió una empresa distribuidora de tabaco y dulces que gestionó a lo largo de 20 años, una aventura que compaginó con sus pinitos en el mundo de la publicidad, donde fue la imagen de una compañía de puros.
Asimismo, Nacho se arrancó en el mundo de la música como productor y, más tarde, como compositor, durante los últimos años que administró la distribuidora.