«Hay muchas mujeres en Liébana que trabajan mucho más que los hombres y no se lo reconoce nadie»

Conchi Llanes González (La Frecha, 1972) vive en Bodia, un pequeño pueblo de Camaleño en el que tan solo conviven cuatro vecinos. Allí tiene, junto a su marido Jesús Ángel, más de un centenar de vacas. A pesar de que la ganadería es un mundo que se atribuye normalmente a los hombres, Conchi ha aprovechado el Día Mundial de la Mujer Rural para dar voz y poner en valor el trabajo de todas las mujeres ganaderas de Liébana.
El ganado ha marcado cada etapa de la vida de este lebaniega, ya que durante su infancia «cada hermano iba una semana a ordeñar antes de ir a clase». También ha contado, con orgullo, que su madre «dejaba a sus cinco hijos durmiendo mientras ella iba a ordeñar» cuando ni siquiera tenía agua en casa.
«Ella dice que me quejo de vicio y tiene razón, porque ahora lo tenemos todo. La verdad es que las mujeres de antes trabajaron duro… esas sí que trabajaron», ha recalcado a lo largo de la entrevista.
Jesús, por su parte, considera que «hay trabajos diferenciados porque las mujeres no tienen el físico de un hombre para hacer ciertos trabajos», en lo que a esfuerzo físico se refiere, y aunque «siempre se ha dedicado la mujer más a los hijos y el hombre al ganado», ha reconocido que «las hay que lo hacen todo».

Conchi cuida de su ganado en Bodia.
Conchi ha dedicado más de dos décadas de su vida a trabajar en el sector servicios, pero hace cuatro años optó por dejar la hostelería porque «no podía con todo». Cuando llegaba a casa después de trabajar, ayudaba a Jesús con el ganado. «Al final llega un momento que tienes que hacer lo de fuera, lo de casa y lo de la cuadra», ha explicado.
Ahora «hago lo que puedo. Lo que me manda el jefe. Yo le ayudo», ha comentado Conchi con humildad. Además, ha confesado que espera que su hijo Jesús estudie, «porque esto es muy sacrificado». Jesús coincide con este deseo de su pareja, y ha subrayado que «ya tenemos muchas cosas en contra: el saneamiento, la fauna machacándonos, cada vez hay menos agua y más sequías, las fincas cada vez producen menos…».
«El trabajo siempre va por delante de ti»
Para este matrimonio lebaniego, «el aburrimiento no existe«, puesto que «unos días más y otros menos, pero hacemos de todo: la leña, el abono, cortar el maíz…». «El trabajo siempre va por delante de ti. Siempre tienes algo pendiente», ha expresado Jesús.
Lo que para muchas mujeres es un quehacer más, para Conchi es el mejor momento del día: «Mi hobby es meterme en la cocina e inventarme cosas», ha reconocido entre risas.
En términos económicos, Jesús y Conchi están de acuerdo en que el beneficio que sacan no compensa el sacrificio que conlleva este trabajo. «Todo el mundo se cree que los ganaderos es vender los jatos y todo para la saca, pero no. Hay un montón de gastos», ha explicado indignada. «Todo es trabajar, trabajar y trabajar, y pagar, pagar y pagar. Al final no sacas más que para gastos», ha insistido Jesús.
«Si no fuera por las ayudas, no sobreviviríamos»
Jesús ha reconocido que «si no fuera por las ayudas, no sobreviviríamos», y ha apuntado que «ya hay poca gente que viva exclusivamente de la ganadería, porque no te da», y ha añadido que quien lo hace «es por vocación». Sin embargo, Conchi ha destacado «la libertad» que les da esta labor, puesto que «haces lo que te da la gana. Lo que no se hace hoy, lo haré mañana porque hay que hacerlo».

Conchi y Jesús trasladan de finca a su ganado en Bodia.
El sacrificio de la ganadería
Cada mes de junio, Jesús y Conchi suben sus más de cien vacas -de raza Parda de Montaña- a distintos puertos de la comarca, ya que en las fincas no hay comida suficiente para ellas. Para ir de Bodia a Áliva, este matrimonio se levanta a las 05.00 horas y camina hasta llegar a su destino, alrededor de las 10.00 horas.
El ganado está en estos puertos hasta octubre «que empieza la nieve». En el caso de «las vacas paridas», estas bajan a últimos de julio «para ayudarlas, porque al dar leche necesitan más comida», han concretado.
Como curiosidad, la esperanza de vida de un ejemplar de ganado vacuno es de 20 años, y el periodo de gestación de una vaca coincide con el de una mujer, ya que también es de nueve meses.
Una vez que el ganado está en la cuadra, le atienden dos o tres veces al día. «Hay días que no salimos de la cuadra«, ha apuntado Conchi. Sin embargo, han explicado que «hay que estar pendientes de los partos».
Ambos se dedican a vender jatos para carne a una cadena de alimentación de la región. Este matrimonio paga unos cien euros por cada vaca que sube al puerto, mientras que por la venta de un ternero, no llegan a embolsar 500 euros.
«La madre tiene que invernar, hay que mantener y tratar al ternero, pagar el puerto… No sé lo que quedará de beneficio al criar un ternero, pero vale más no echar cuentas», ha manifestado. Sin embargo, les sorprende que cuando los supermercados bajan los precios a los ganaderos, no lo hacen para el consumidor.