Chucho, el trotamundos que volvió a Liébana por un ictus y se hizo con la alcaldía de Cabezón

Jesús Fuente Briz, ‘Chucho’, nació el 23 de agosto de 1960 en Cabariezo, siendo el primero de cuatro hermanos. Después de recorrer el mundo en barco y en camión, un ictus hizo que regresara a Liébana. Su vuelta a casa le hizo dar el salto a la política y desde hace diez años es el alcalde de Cabezón de Liébana, donde no parará hasta «asfaltar todos los pueblos y dejarlos como dios manda».
Chucho empezó a trabajar con 15 años en el monte, pero «las inquietudes de antes», como «tener un coche o una casa», le impulsaron a cambiar de trabajo casi dos años después. En contra de la voluntad de sus padres, Rosa (Cambarco) y Jesús (Cabariezo), que «no me dejaban ni bien ni mal», el lebaniego decidió embarcar en un barco mercante, en el que se transportaba «cualquier mercancía, desde carbón a granel hasta garbanzos o televisores».
Comenzó su aventura como mozo (servía la comida, limpiaba los comedores…), pero cuando terminaba sus quehaceres, «salía a cubierta a aprender». Así, Chucho pasó de mozo a marinero en cuatro meses, y finalmente dio el paso a contramaestre.
«Fui el último en marchar de la empresa»

Chucho durante su época como marinero.
Esta experiencia le permitió llegar a todos los rincones del planeta. «Todos los países con mar de Europa, América, África…», recuerda. Entre todos ellos, Chucho destaca México, donde uno de sus compañeros se casó tras permanecer allí tres meses fondeados. «Pensé varias veces en quedarme en otros países, pero al final no lo hice. No se si acerté o no acerté», confiesa.
Siete años más tarde, tras hacer guardia él solo en el barco atracado en Santander durante tres meses -siendo «el último en marchar de la empresa»-, la compañía Euroflot «se vendió a China» y Chucho tuvo que cambiar los barcos por los camiones para seguir recorriendo el mundo.
Del barco al Camión

Chucho en el estrecho de Magallanes.
El cierre de la empresa no cambió la mentalidad de este jóven. Él mismo afirma que no volvió a Liébana en ese momento «por vicio», «por conocer», «por ir fuera». Chucho seguía teniendo muchos motivos para no regresar a casa: «Ya estabas acostumbrado a estar fuera de casa e ir a tu bola. Siempre me ha gustado la aventura. Inquietudes que tenía. Se ganaba más dinero. La locura de la juventud».
Trabajó en Solvay transportando mercancía peligrosa (agua oxigenada 96%) por España, Francia y Portugal durante casi cinco años.
Fue el amor lo que empujó a Chucho a quedarse en Cabariezo, su pueblo natal, aunque no de forma definitiva. Después de casarse con su pareja, se dedicó a «recoger la basura con camiones» a la vez que presidía la Junta Vecinal de Cabezón de Liébana.
Sin embargo, confiesa que volvió «muy a disgusto» porque «ganaba bastante menos», pero «estaba en casa». El lebaniego reconoce que «pensé que iba a durar poco», pero finalmente desarrolló esta labor durante casi 14 años.
«Vine porque me dio un ictus y me quitaron de conducir camiones, si no, no»
Trabajar con un camión de mercancías exigía salir de casa el lunes de madrugada y volver el sábado. Para muchos, esta tarea significaría un gran sacrificio. En cambio, el espíritu aventurero de Chucho lo añoraba. Por ello, el de Cabariezo volvió al mundo del camión y recorrió toda Europa hasta que le dio un ictus: «Vine porque me dio un ictus y me quitaron de conducir camiones, si no, no».
Una vez instalado en Liébana de nuevo, Chucho fundó la empresa Picos de Cabariezo, un proyecto para el que tuvo que reinventarse, por lo que volvió a las aulas y se formó en enología durante dos años.

Chucho celebra ‘La Santuca’, patrona de Liébana, el 2 de mayo.
Salto a la política
Chucho lleva diez años consecutivos como alcalde de Cabezón de Liébana por el Partido Popular, siendo elegido las dos últimas legislaturas por mayoría absoluta. «Fue una cosa curiosa. Tras ser el presidente de la Junta Vecinal del municipio, «no quise saber nada más de política, pero cuando vine aquí me lo propusieron y me animé», comenta.
«Es un orgullo ser el alcalde de un Ayuntamiento. Sabes que la gente confía en ti», asegura Chucho, aunque insiste en que «estoy de alcalde por las circunstancias» porque «a mí no me gusta estar sentado parado en una oficina. A mí me gusta estar por el mundo».
La historia se repite, y tal y como le ocurrió con su época de camionero por la comarca, «pensé que serían cuatro años y me marcharía». Sin embargo, culpa al «gusanillo» de su permanencia en la política: «Una vez que entras, es como que te enganchas y tienes ganas de hacer algo. Haces una cosa y piensas en hacer algo más».
«Queríamos innovar»
Al principio de su andadura en este ámbito «no teníamos claro lo que queríamos, pero queríamos innovar». Chucho asegura que «te llevas un chasco» cuando «llegas y ves que no puedes hacer lo que piensas», ya que «la normativa ha cambiado mucho. Hay mucha burocracia y eso te limita muchísimo».
Lo que realmente motiva al alcalde para ejercer su labor es la confianza de sus vecinos, puesto que eso significa que «la gente cree que estás haciendo las cosas bien». A pesar de que «ser de un partido fuerte te da cierta ventaja», el voto en los pueblos «es más personal».
No obstante, Chucho destaca de su carácter que «me gustan decir las cosas como son», algo que le ha traído problemas en algunas ocasiones. «A veces piensas: ¿qué necesidad tengo yo de aguantar esto?», reconoce.
«Te llevas cada desilusión terrible», confiesa apesadumbrado. «Los problemas son para el Ayuntamiento», se queja. «Hay gente que te dice que algo está bien y otros te dicen que es una mierda», manifiesta molesto. Además, el alcalde cree que «siempre se quejan los mismos», pero recalca que «yo no voy contigo ni sin ti, yo voy con todos».
Futuro incierto
Chucho todavía no sabe si se presentará a la alcaldía de su municipio en las próximas elecciones, pero tiene muy claro cómo quiere terminar esta legislatura: «Tengo en mente, y creo que lo puedo hacer, terminar de asfaltar todos los pueblos y dejarlos como dios manda».
Otro de sus proyectos a corto plazo es «cambiar las luces a LED para ahorrar dinero al ayuntamiento», ya que «así puedes pensar en invertirlo en otra cosa».
En lo que no duda es a qué dedicarse cuando deje la política: «Me voy a tirar a la vagancia», ha confesado corto y conciso.
*Entrevista realizada en colaboración con la revista lebaniega Luz de Liébana.