Adrián Collado desarrolla un collar para acabar con los ataques del lobo a las ovejas en Picos de Europa

Adrián Collado (Sotres, 1982) pasó gran parte de su infancia a caballo entre Sotres y Tresviso, donde su familia se dedicaba a la ganadería ovina y a la producción de queso. Su ascendencia ganadera ha empujado a este joven a desarrollar un collar sencillo y económico que evite el ataque de los lobos a las ovejas que se crían en Picos de Europa, a través de su empresa European Peaks Life -especializada en trabajos en alta montaña- y con la colaboración del Centro Tecnológico de Cantabria.
Hace una década, Adrián leyó una noticia en la que anunciaban la muerte de un lobo seguido por GPS en una batida que tuvo lugar en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Fue entonces cuando el joven se preguntó «cómo iban a evitar los ataques de lobos siguiendo a los lobos» y pensó en que «sería más fácil ponérselo a las ovejas, que sabemos donde están».
Así, el cabraliego decidió llevar a cabo una idea que podría acabar con la gran amenaza que supone el lobo para los ganaderos de la zona. Diez años después y tras mucho esfuerzo y voluntad, lo que era una utopía para el sector ganadero está a unos meses de hacerse realidad.
El collar está compuesto por varias mallas metálicas con agujeros pequeños, las cuales están conectadas a una centralita que, a su vez, se conecta a unos sensores que monitorizan el pulso de las ovejas de forma continua. El artilugio cuenta con un total de tres módulos: uno que mide la frecuencia cardíaca en el crotal del animal, otro de disuasión mediante ultrasonidos y uno de protección a través de descargas eléctricas.
No obstante, el dispositivo no está cargado y, por tanto, no posee electricidad, por lo que en una situación normal «no hace nada» ni al animal ni a la persona que lo manipula, explica su creador.
Sin embargo, cuando los niveles de estrés aumentan, el dispositivo se activa y radia un ultrasonido molesto para el lobo. En caso de que el lobo persista en el ataque y muerda el cuello de la oveja, el collar emite una descarga «leve» que ahuyenta al animal sin producirle «ni quemaduras ni daños», aclara Adrián.
«La finalidad es que el lobo relacione el sonido a la descarga, al dolor», insiste. De esta manera, «más adelante» se podrían diseñar collares «que solo emitan el sonido, porque el lobo ya sabe que significa dolor». Además, Adrián cree que el invento también podría servir para el oso «sin llegar a dar la descarga», puesto que «según un estudio desarrollado en Asturias, el oso sale despavorido al escuchar el ultrasonido».
Asimismo, Adrián ha puntualizado que «el proyecto no es para garantizar al 100% que no va a haber ataques o muertes, pero yo doy por hecho que se reducirían» y cree que «habría que combinarlo con otras medidas».
En lo que a términos económicos se refiere, el joven marca un precio que oscile entre los 20 y los 25 euros. «Entendemos que más ya no compensa, porque casi no lo vale la oveja», afirma. Además, aboga por que esta medida sea, en parte, subvencionada por las administraciones competentes.
A pesar de que el collar desarrollado posee todas las funciones, hasta el momento solo es un prototipo demostrador. Una vez modificado y adaptado, el siguiente paso será fabricar el modelo industrializable, del que se harán las copias que se venderán en el mercado.
«Los ganaderos no quieren extinguir el lobo»
Por su parte, los ganaderos «lo apoyan directamente porque es una iniciativa para acabar con los ataques», aunque Adrián admite que se han mostrado «escépticos en cuanto a si funcionaría». «No quieren indemnizaciones, no quieren extinguir el lobo… eso son polémicas que se crean aparte por otros intereses. Ellos lo que quieren es que no haya ataques. Si no hay ataques, no hay problema por ellos», defiende.

Una oveja porta el collar creado por Adrián.
Pruebas en ovejas
Las pruebas de campo en ovejas, cuyo coste debe asumir el propio Adrián, servirán «para afinar el pulsómetro y ver hasta dónde sube cuando se asusta la oveja». De este modo, podrán calibrar «cuándo queremos que se encienda el collar», ya que «no nos interesa que se encienda cuando se acerca un poco el perro», cuenta.
Además, añade que «aunque sea molesto para el mastín, podría servir como una alarma. Sabría que a la oveja le pasa algo».
«Para las siguientes pruebas serán necesarias unas 15 o 20 unidades de este demostrador puestas en ovejas que se encuentren en zonas donde hay ataques» de manera frecuente para poder «controlarlo mediante la instalación de unas cámaras y examinar cómo ha ido», comenta Adrián.
No obstante, dichas pruebas se tendrían que llevar a cabo en la zona del Parque que corresponde a Cantabria, ya que el espacio del Parque que compete a Asturias hace tiempo que le denegó esa posibilidad porque «no podían aprobar el poner ovejas en peligro a propósito de buscar un ataque, aunque no se haga nada por iniciar ese ataque», dice Adrián reproduciendo la explicación que le dieron desde la región limítrofe.
Sin embargo, el joven asegura que desde Asturias le han ofrecido poner a su disposición tanto sus frecuencias como los estudios que han realizado hasta la fecha.
Dificultades en el camino
A pesar de ser un proyecto de interés general para todo un sector, Adrián ha tenido numerosas dificultades para hacerlo posible. Además de su limitado conocimiento en electrónica y la falta de capacidad para desarrollarlo, el cabraliego se encontró con un panorama desolador: nadie tenía interés en ejecutarlo.
«Las empresas que se dedicaban a esto buscaban una financiación europea o mediante subvenciones y mi proyecto nunca les encajó bien», señala. Para desarrollarlo, «me proponían precios que iban desde los 3.000 hasta los 50.000 euros«.
Adrián vio la luz al final del túnel cuando, hace dos años, contactó con el Centro Tecnológico de Cantabria, donde «me atendieron muy bien y rápidamente me dieron un precio muy cómodo que yo entendía como viable». «Me di cuenta de que ellos sí que querían sacarlo», subraya agradecido.

Centro Tecnológico de Cantabria.
Centro Tecnológico de Cantabria
La labor del Centro Tecnológico de Cantabria (CTC) en el proyecto ha sido «convertir esa idea en un prototipo, en un dispositivo físico con las tecnologías que usamos nosotros habitualmente», explica Raúl Arnau Prieto, responsable del Área de Navegación y Robótica del CTC.
«No somos una empresa al uso que tengamos que encontrar siempre el retorno económico en cada proyecto que realizamos. Podemos asumir cierto riesgo tecnológico en nuestro desarrollo. No tenemos que llegar a generar soluciones que sean rentables para nosotros, porque después no somos propietarios de las tecnologías que desarrollamos, lo son las empesas clientes», aclara Arnau.
El equipo implicado en la ejecución del dispositivo está formado por tres personas, entre las que se encuentran tanto Arnau como Alejandro Nicolás, desarrollador principal del proyecto.
Actualmente, el proyecto está en la fase de pruebas y tiene «un nivel de integración bajo», por lo que la prioridad es «miniaturizar ciertas partes para que sean más fácilmente transportables para el animal y que no esté incómodo» y que sea «barato y fácil de colocar».
No obstante, Arnau ha adelantado que «si todo va como esperamos y le dedicamos todos los recursos necesarios, podría ser menos de un año». Además, aunque el collar está pensado para ovejas, «con modificaciones podría tener aplicación a otro tipo de animales que también sean presas del lobo», concluye.